Con permiso de las elecciones del 23-J, la auténtica batalla pública se libra ese fin de semana en las salas de cine: Barbie, de Greta Gerwig, se verá las caras contra Oppenheimer, de Christopher Nolan. En juego hay medio millón de euros entre presupuestos y marketing, una taquilla que aspira a ser milmillonaria y, menos abiertamente, el enfrentamiento final entre Warner Bros. y el que se fuera su director fetiche durante dos décadas: Christopher Nolan.
La premiere de Barbie ha dejado buenas sensaciones (y looks increíbles, como el de Dua Lipa, que pone voz al tema principal). Warner ha confiado en Gerwig, aclamada por la crítica tras joyas indis como Lady Bird, y responsable de éxitos indiscutibles como Mujercitas (que recaudó 200 millones de euros en todo el mundo con un presupuesto inicial de 36,5 millones de euros, además de un Oscar y otras cinco nominaciones) para llevar a la pantalla su visión del universo de la muñeca más famosa del mundo. Y está apoyando su lanzamiento con una oleada rosa de marketing, que hace sospechar que los 100 millones de dólares que costó la película tienen el mismo equivalente en promoción. Ahora mismo, aparte de Margot Robbie y Ryan Gosling convirtiéndose en los mejores embajadores de la película que progagonizan, hay un crucero rosa en marcha, una mansión rosa en Malibú que gestiona Airbnb, patines amarillos, consolas temáticas rosas, réplicas de la mansión para montar en casa y, por supuesto, toda una línea de Mattel, que incluye desde los looks de Margot Robbie en el tráiler hasta el Corvette (rosa).
Warner ha puesto el resto en una apuesta que, de momento, convence. La crítica está alabando la «inteligencia» y el humor de la película, y los trackings internos de Hollywood sitúan a Barbie como gran ganadora de su fin de semana de estreno, con previsiones (sólo en Estados Unidos) bastante por encima de los 70 millones de euros.
Ese mismo fin de semana se estrena Oppenheimer, la historia del creador (bueno, de uno de ellos) de la bomba atómica (bueno, de una de ellas) Robert Oppenheimer. Una historia que su director y coguionista, Christopher Nolan, llevaba tiempo deseando hacer con sus condiciones. Nolan rompió con Warner en 2021, tras 19 años con el estudio y contratos a medida, tras el encontronazo que supuso el estreno de Tenet entre los jefes de Warner y el director. Tenet tuvo un mal estreno, tras tres retrasos de fecha debidos a la pandemia, y la estrategia de Warner de llevar casi simultáneamente los estrenos de cine a su plataforma HBO Max mientras durase la excepción del coronavirus terminó por separarles a mediados de 2021.
Poco después, Nolan reunió en su casa a varios de los principales ejecutivos de la industria: los responsables de Sony, Paramount, Universal y la recién llegada Apple. El motivo de la reunión, Oppenheimer. ¿Sus condiciones? Además del control creativo y decisiones como la fecha del estreno o las ventanas de distribución, también había cifras concretas: 100 millones de dólares de presupuesto, otros 100 millones en marketing, y un sueldo compuesto por un 20% de la taquilla bruta del filme. Uno de cada cinco euros que entren en la taquilla de Oppenheimer irá a parar al bolsillo de Nolan, un tipo de acuerdo sólo al alcance de las mayores superestrellas y de un número muy, muy limitado de directores (para ser exactos, de dos: Steven Spielberg en su mejor momento, allá por Salvar al soldado Ryan; y el imbatido 25% que Sony le ofreció a Quentin Tarantino por Érase una vez en Hollywood, en una jugada previa a Oppenheimer pero muy similar). Nolan también exigió que la ganadora, en este caso Universal, se comprometiese a no estrenar más películas en las tres semanas anteriores y posteriores al estreno de su obra (el último gran estreno de Universal fue en mayo, con Fast X, que ha conseguido recaudar 640 millones de euros).
Hace meses, se empezó a rumorear que Barbie y Oppenheimer coincidirían en el fin de semana de estreno. Un enfrentamiento que provocó nervios en los dos estudios, pero que finalmente no se movió de fecha. Son, a priori, dos películas antitéticas, con nada en común, y que quieren ser el taquillazo del verano (con el permiso de Misión Imposible): Oppenheimer, que sus primeros espectadores han calificado como sobrecogedora y casi traumática por su recreación de la peor arma creada por nuestra especie, cuenta con el renombre de su director (suficiente en cualquier año para hacer una milmillonada, eso sí) y poco más. No tiene un reparto de estrellas carismáticas (Cillian Murphy es un gran actor, pero no tiene precisamente star power); es una película histórica que cuenta una historia dura (como lo fue Dunquerque, que recaudó 500 milones de euros); y, sobre todo, tiene la difícil tarea de atraer a las salas a gente para que vea una película de científicos con dilemas éticos.
Barbie, por su parte, depende del ingenio de Gerwig, directora y guionista, para hacer atractiva en salas la historia de un trozo de plástico con peluca. Pero está arropada por dos de las mayores estrellas de la actualidad (Robbie y especialmente Gosling, que está ofreciendo un tour promocional infinito desde que acabó el rodaje); el poder de la mayor juguetera del planeta y su producto estrella; y la promesa de ser una fiesta de verano. Los trackings más optimistas le dan ahora mismo a Oppenheimer un estreno cercano a los 36 milones de euros, más o menos la mitad de lo que se espera que recaude Barbie, y una cifra que pondría de salida en peligro el presupuesto invertido por Universal.
Sobre todo porque la taquilla internacional no ha vuelto a ser la misma desde la pandemia. Los taquillazos de mil millones han dejado de existir, prácticamente. Y, peor, pocas películas aguantan varias semanas en lo más alto de la taquilla. La última con un recorrido envidiable fue Top Gun: Maverick, que Tom Cruise ha llevado en volandas durante meses, en su particular cruzada para salvar el cine en salas. Cruise es además uno de los mayores perjudicados por la batalla Barbie-Oppenheimer: su próxima Misión Imposible, que se estrena este fin de semana, quería reservar durante al menos un par de semanas todas las salas IMAX de altísima definición y formato. Algo que la contienda entre Nolan y su antiguo estudio ha hecho imposible. Aún así, Cruise ha vuelto a demostrar su clase a la hora de promocionar, a sí mismo y a los demás. A finales de junio, él y su director Christopher McQuarrie (responsable de las tres últimas entregas de Misión Imposible) posaron con entradas compradas para los otros grandes estrenos de este verano: Indiana Jones, que se ha desplomado en su segunda semana en taquilla, Barbie y Oppenheimer.